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Vivian Maier (1926-2009) retrató con un estilo único las calles de Chicago y Nueva York desde los años cincuenta a los noventa. Sin embargo, sus imágenes permanecieron en el olvido hasta que en 2007 John Maloof adquirió en una subasta un archivo de fotografías por unos 380 dólares. No tenía ni idea del tesoro que tenía en sus manos.
Las fotografías, hoy tan valoradas, se habían encontrado entre las pertenencias de la niñera fotógrafa que la casa de subastas adquirió por impagos. Después, Maloof inició una investigación sobre Vivian Maier y consiguió salvar de la basura dos cajones de negativos de la casa de la familia Gensburg, donde Vivian Maier había trabajado como niñera durante más de una década. Cuando intentó contactar con Maier, se enteró de que había fallecido dos días antes.
Vivian Maier trabajó como niñera durante unos cuarenta años, fotografiando en su tiempo libre. Tomó más de 150.000 fotografías, especialmente de la gente y la ciudad de Chicago y empleó para ello, sobre todo, una cámara Rolleiflex. Las familias para las que trabajó la describieron como reservada, un rasgo de la personalidad que se plasma en su fotografía: ella observa y retrata a la sociedad, pero no forma parte de ella.
Vivan Maier consiguió reflejar un mundo propio y a la vez retratar a las personas de su tiempo. Muchas de sus fotografías sólo necesitaron un disparo, que realizaba a la altura de la cintura, lo que da cuenta de su habilidad. Su temperamento introvertido y austero se trasluce en su manera de fotografiar, donde ella misma, en una época previa al selfie, se descubre poco a poco, captando su propia sombra, su reflejo en un escaparate o en un espejo. Un ejercicio de introspección con el que también desentrañó la cotidianeidad de la sociedad estadounidense.